Las especies migratorias de animales silvestres forman parte del patrimonio natural del mundo. Constituyen una parte importante de su biodiversidad y recursos genéticos y desempeñan una función única como indicadores del cambio ecológico (p. ej. el clima y la contaminación). Además, ofrecen numerosos servicios de los ecosistemas, p. ej. mediante la dispersión de semillas y la polinización de las plantas. Son una fuente de alimentación para otros animales y seres humanos. Muchos de ellos tienen un significado espiritual y cultural y son elementos fundamentales del ecoturismo.
No obstante, las actividades humanas constituyen una amenaza para muchas especies, y los esfuerzos de conservación de las especies migratorias resultan más difíciles por el hecho de que, debido a su propia naturaleza de animales migratorios, su comportamiento significa que se encuentran con frecuencia en movimiento. Dependen de una variedad de hábitats a menudo frágiles. Las amenazas incluyen obstáculos a la migración (presas, tendidos eléctricos, parques eólicos, vallas, carreteras, ferrocarriles); la pérdida y degradación del hábitat; la captura incidental; el ruido submarino; las especies exóticas invasivas; las enfermedades de animales silvestres; la caza y la pesca ilegales; la contaminación; los desechos marinos; el envenenamiento; la desertificación y el cambio climático. Se observa una necesidad creciente de reconocer los vínculos entre las especies y sus hábitats y, en particular, de proteger los sitios de reproducción, hibernación y descanso, así como los corredores migratorios. Como las especies migratorias no se cuidan de los límites jurisdiccionales, la conservación eficaz depende de la cooperación entre países.